Esculturas de granito negro que evocan no sólo la quietud de la roca, sino también el misterio de presencias o guardianes del bosque. Cortando en vertical el espacio sobre el gran voladizo curvo de la galería, se disponen una batería de columnas realizadas en arlita, un material cerámico de aspecto tosco y granulado, a través de las cuales de dejan entrever un gran mosaico de construcciones de papel y alfileres instalados en un muro al fondo de la sala.
Su fragilidad y disposición recuerdan el follaje boscoso, pero también a los insectos capturados y dispuestos en cajas de coleccionista.
Juan Carlos Gea
extractos de un artículo de la exposición