En una primera mirada, la limpieza de la factura, la implícita geometría de cada obra o la blancura del material invitan a juzgar su producción como un trabajo aséptico y frío. Se necesita una lectura más meditada para entender que esa perfección esconde la fuerza de un gesto personal, subjetivo, que el artista aplica en las tallas del mármol, o en las miles de cuchilladas con las que excava las planchas de aluminio con capas de pigmento para sacar los colores subyacentes.
Ese universo creativo de Tadanori, que es ahora mayoritariamente blanco, colocado en el interior blanco de la galería Cornión, viene a ser una reinterpretación conceptual de Malevich y su “Blanco sobre blanco”, como el súmmum del despojamiento y de la impresión de infinito. Si la ligera inclinación del cuadrado suspendido en aquel cuadro de 1918 evocaba el movimiento, las obras de Yamaguchi regresan desde el blanco a la representación evocadora de realidades, de subjetividades y de gestos.
Ana María Fernández García
extractos del texto del catálogo de la exposición